domingo, 25 de diciembre de 2011

La obra más grande de la historia



Aquellos que saben del tema, me cuentan que cuando se prepara una película se hace un minucioso examen de los personajes, y quienes los representarán. Se escoge el escenario. Se busca los mejores actores, se prepara la escenografía, se escoge el lugar más adecuado para que la película esté muy bien ambientada, se cuida minuciosamente cada detalle, nada o casi nada se escapa a estas grandes producciones cinematográficas.

Bueno hoy nosotros estamos ante la mejor producción de todos los tiempos. El productor de la obra ya había hecho una gran Obra, perfecta, impecable, minuciosamente pensada, matemáticamente estudiada para que todo estuviera en el lugar adecuado y preciso y para que todo esto fuera de agrado y para beneficio del hombre, esta primera gran obra fue la: La Creación del mundo.

Pero ahora nos preparamos para una historia que ha sido preparada por siglos, cada personaje ha sido escogido desde toda la eternidad para esta gran puesta en escena. Ha sido anunciada, proclamada; podríamos decir publicitada de mil maneras, y utilizando a las personas más creíbles de la época, los profetas. Muchos no les creyeron y se perdieron este momento tan especial. Otros esperaron con paciencia y perseverancia, otros no pudieron llegar pero Dios les premiará su fiel y paciente espera en Él. para esta obra, Dios escoge el mejor lugar, seguro nosotros hubiéramos escogido otro un poquito mejor, pero el director de esta, La obra de la salvación, tiene bastante más experiencia que nosotros en este ámbito. Reservó a una mujer, a la cual la hizo Inmaculada, y Santa, para esta gran obra. Escogió a un varón justo, un ¡Gran hombre! Con todas aquellas virtudes que nosotros  quisiéramos tener. El gran equipo de comunicadores de este acontecimiento son los ángeles primero San Gabriel el mensajero de Dios que anuncia a Santa María que será la madre del Salvador de la humanidad. Luego los ángeles que les anunciaron a los pastores, este gran acontecimiento. Cualquier anuncio se queda corto y es incapaz de competir con un coro de ángeles cantado “¡Gloria Dios en las Alturas!” Todo estaba listo, siglos de preparación, es el momento histórico esperado por miles de hombres y mujeres, y todo se desenvuelve obviamente, en los parámetros de Dios, la sencillez, la humildad la sobriedad y el silencio. Y así una vez más nos educas y enseñas que las cosas grandes y bellas que Tú nos traes vienen así para que sólo los sencillos y humildes de corazón las puedan percibir.

Acerquémonos Hoy, al pesebre, a ver y a gozar de la Obra de la salvación. Nada falta, todo está listo para gozar y disfrutar de ella. Sólo falta que tú te postres ante Él y aceptes que todo esto ha sido hecho por Dios, para ti. Por el creador al cual le importas y ha querido prepara así con tanto tiempo semejante acontecimiento. Hoy podrás descubrir el rostro de Dios. Hoy es el día esperado. Hoy llega el Mesías el salvador.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Sin Bombos ni platillos...


¿Por qué Dios quiso que su hijo naciera de una forma tan sencilla, sin bombos ni platillos, de una forma tan discreta?  Para algunos esto resulta muy difícil creer que fuera verdad.

Lo primero que te podría decir es que tú pregunta puede ser matizada y para ello cito la Sagrada Escritura: “Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor.
El ángel les dijo: "No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor;
 y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre."
Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:"Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace." (Lc 2, 8-15) Imagínate lo impresionante que ha de haber sido para los pastores ver el coro de los ángeles. Este acontecimiento no tiene nada de discreto. Pero por otro lado vemos que la “señal” es un niño envuelto en pañales en una pesebrera. Aparente contradicción, a nuestro entendimiento limitado. Por un lado los ángeles en el cielo que cantan Gloria a Dios y por otro la sencillez y humildad de ver a Dios, al rey de la humanidad, en un pesebre.  Los datos que nos proporciona la Sagrada Escritura nos muestran que Dios se muestra a los más sencillos y humildes ,por lo tanto podemos concluir que fue evidente para unos y discreto para otros. En ese caso podríamos decir, sí es verdad el Señor Jesús no se presentó a “la gente importante de la época” con bombos y platillos, pero sí a los pastores y a los sencillos de Israel. Por lo tanto Dios se abaja y nos muestra que el camino para llegar a Él, es el de la humildad. El nos traza la senda de nuestra salvación.
Incluso muchos otros verán, después, sus milagros, escucharán sus palabras llenas de sabiduría y no querrán reconocer al Mesías esperado. Por lo tanto el problema no está en Dios, sino en el corazón del hombre. Y ahí está el problema de muchos también hoy en día, no ven a Dios, porque no quieren. Vino sencillo y humilde y no lo reconocieron, hizo grandes milagros, resucitó y dijeron que era una mentira. Nos dejó la Sabana Santa como un milagro maravilloso y sorprendente y así no quieren creer. El problema no está entonces en que Dios haya nacido en un pesebre. El problema está en que no hemos entendido que los criterios de Dios muchas veces no están en consonancia con los pensamientos del hombre o que el ser humano con un corazón soberbio no quiere ver a Dios. Pareciera por la historia que Dios ha escogido siempre lo débil y humilde para confundir a lo soberbio. En Fátima, escogió a unos sencillos pastores, en Lourdes a una niña que no sabia leer ni escribir, San Pedro era un hombre rudo y poco instruido, etc.
Dios quiere estar cercano a todos, por eso nació pobre y humilde. Por eso también se quedó presente en un pequeño pedazo de pan, para que nadie se quede lejos de Él. Ricos y pobres, grandes y pequeños, sabios e ignorantes, todos podemos llegar a Él, porque Él se ha inclinado hacia nosotros y se ha hecho humilde cercano. Por eso podemos decir nosotros también: “Gloria a Dios en las alturas”
Que Dios te bendiga y una Feliz Navidad.


La Mediocridad en la vida cristiana



El peligro de caer en la  mediocridad, es algo latente  en toda nuestra vida. Quizás unos más que otros están más propensos a esta tentación, a esta enfermedad espiritual; Tenemos que estar atentos porque esta va avanzando lenta y silenciosamente.  La mediocridad nos hace mucho daño, tanto en el desarrollo como personas como en la relación con los demás y sobretodo en la amistad con Dios, de eso escribiré unas líneas.
Lo primero que tendríamos que decir es que esta enfermedad espiritual es llamada también tibieza. Santo Tomás define  la tibieza como “una cierta tristeza, por la que el hombre se vuelve tardo para realizar actos espirituales a causa del esfuerzo que comportan”. Nos dirá también Francisco Fernández Carvajal: “Es como aquel que quiere acercarse a Dios con poco esfuerzo, sin renuncias, intentando hacer compatible el amor a Dios con cosas que no son gratas a El”. Por lo tanto vemos que detrás de muchas de las justificaciones que se buscan dar ante la dejadez en la vida cristiana y los actos de piedad, hay un temor o rechazo al esfuerzo que estos implican y un no estar dispuesto abandonar aquello que va en clara oposición al mensaje del Señor Jesús.  
Sabemos también que una persona no cae en tibieza de un momento a otro. Esta actitud ante Dios, nace siempre de pequeñas acciones donde por falta de amor se va buscando cumplir simplemente con lo mínimo. Así, con esta actitud, poco a poco se va avanzando, hasta llegar a las grandes infidelidades, a la tibieza o mediocridad. Llegado a ese punto todo lo que Dios me pida me parece exagerado, cuesta arriba, injusto, etc. Y así se va construyendo un cristianismo de mínimos, dejando de lado todo aquello que me exige y que en el fondo es lo que nos hace crecer en nuestro amor a Dios y en nuestra realización como personas. Es muy difícil que alguien te diga, “Yo soy un mediocre o un tibio”. Para hacer esa afirmación, previamente la persona ha tenido que hacer un examen de conciencia con valentía, humildad y sinceridad.  Pero esto no es tan fácil. Lo que sucede la mayoría de veces es que  no se quiere ver esta realidad, algunos les da miedo enfrentar la verdad en la que se encuentran, porque ciertamente es duro aceptar que nuestro corazón está enfermo. Y es así que muchos caen en la tentación de  echarle la culpa a las circunstancias que los rodean. Y por ende buscan fuera de si la solución a un problema que está en el interior. Incluso se llega hasta la insensatez de culpar a Dios, pensando que Él se opone a mi felicidad.
Suele suceder que el tibio tiende a criticar, a burlarse o incluso hacer caer en la misma tibieza a todo aquel que vive su vida cristiana con intensidad o que por lo menos está haciendo el esfuerzo. ¿Por qué?  Porque le incomoda, lo cuestiona. Y para evitar que su propia conciencia lo cuestione,  descalifica al que mucho ama a Dios, llamándolo  fanático, exagerado y otras cosas más. Incluso, como decía, tratará de llevarlo por su mismo camino con razonamientos mezquinos. Recordemos, que estamos llamados a ser santos, a la grandeza de espíritu, por lo tanto no seamos cobardes, no caigamos en la mediocridad de compararnos hacia abajo, sino hacia arriba, nuestra medida tiene que ser el Señor Jesús. Huyamos del cristianismo de mínimos, más bien esforcémonos por vivir el cristianismo de máximos, de corazones magnánimos y grandes, que  se esfuerzan por amar cada día más y lo transmiten llevando a otros al encuentro de esa felicidad que se vive en la entrega generosa. No lo olvides la tibieza  es una enfermedad espiritual,  que te mata. Que tiene su raíz en la falta de amor, el  mezquino  siempre estará poniendo un pero, o una excusa para vivir la entrega a los demás y a Dios: “Que muy temprano, que muy tarde, que mucho frío, que mucho calor, que tengo sueño, que tengo muchos deberes, que tengo que descansar porque terminé exámenes; así mentira tras mentira para justificar su mezquindad, su incapacidad para amar de verdad. Cuando no se ama de verdad a Dios siempre hay una excusa muy buena e ingeniosa para realizar lo que Él nos pide.

viernes, 28 de octubre de 2011

La tolerancia



¿Hasta donde debo ser tolerante y permisivo con las personas que no viven ni piensan como yo en temas de fe?
 El diálogo es algo fundamental en la vida, mas aun para el cristiano que debe ser hombre de comunión, de encuentro, embajador de la reconciliación. Pero dialogar con otros que no comparten nuestra fe, no quiere decir que perdamos el deber de plantear y subrayar siempre con igual fuerza las líneas maestras e irrenunciables de nuestra identidad cristiana. (Benedicto XVI, Audiencia general 11 de octubre del 2006)
Debemos, como cristianos que somos, transmitir la verdad del Evangelio, anunciar y seguir el encargo del Señor Jesús: “Id pues y haced discípulos a todas las gentes” (Mt 28,19). Esto  obviamente sin caer en actitudes de faltas de caridad o atropello aquellos que no comparten nuestra fe. Pero eso sí anunciando y predicando como dice San Pablo a tiempo y a destiempo.  
Es interesante el tema que aborda tu pregunta pues la tolerancia es una palabrita muy de moda hace ya algunos años, pero hay que entenderla bien para no caer en ciertos vicios bastante problemáticos.  
Una vez  más volvamos a las palabras del Santo Padre  Benedicto XVI que nos dice: “Una tolerancia que no sabe distinguir entre el bien y el mal sería caótica y destructiva.”
He aquí un criterio importante: Tolerancia, sí. Pero con parámetros bien definidos, y el cristiano tiene sus parámetros, y estos no son fruto del capricho, sino de la revelación divina que tiene su culmen en el Señor Jesús.
Digo esto porque, hoy en día nos encontramos con una visión errada de tolerancia, que en el fondo es un relativismo absoluto, que desprestigia todo asomo de convicción personal o colectiva, que plantea que no hay verdades absolutas, que toda verdad es revisable y que toda certeza es síntoma de inmadurez y dogmatismo;  Incluso algunos llegan afirman que no hay valores que merezcan adhesión incondicional y permanente.  Pero sabemos que cuando faltan estas normas morales objetivas, por ejemplo en lo concerniente al respeto a la vida, somos testigos de las graves consecuencias que se originan.
Lo curioso es que en muchos o  la gran mayoría, me atrevería a decir, de aquellos que proclama esa mal llamada “tolerancia” encontramos una gran apertura a muchas posturas y planteamientos que resulta incluso aberrantes.  Pero cuando se trata de admitir un principio moral que proviene de la iglesia o una opinión vertida con respecto a un tema de principios fundamentales, entonces estos embajadores de la “tolerancia” son incapaces de escuchar la voz de la Iglesia, llenándola de calificativos. Muchos de ellos fruto de prejuicios y de visiones reducidas y cerradas de la realidad, los llamados “open mind” son quizás los  principales representantes de la dictadura del relativismo.
Nosotros los católicos, debemos tener una actitud de diálogo y apertura, pero como decía sin perder de vista lo que somos, nuestra identidad católica la cual tiene que manifestarse, no ocultarse, ni tampoco disolverse en medio de un mar de opiniones, o de ideologías, que son contrarias al evangelio de la vida, del amor y la reconciliación traída por el Señor Jesús.

domingo, 16 de octubre de 2011

Buscando a Dios


Como en un cuento muy conocido, Tu Señor has dejado un rastro para que te encontremos.  Reconozco día a día que te busco, y te he buscado por tanto tiempo. Y en tu creación has dejado el rastro de tu grandeza, la firma de tu poder y perfección, has dejado ante nuestros ojos el maravilloso don del amor que nos tienes, para que todo aquel que te busque con sincero corazón te encuentre.

Estás aquí. Y sólo basta levantar la mirada, detenerse un momento y mirar, contemplar tu presencia en medio de nosotros. Sabemos que esto no es un cuento, es una realidad, la realidad de Dios que se hace presente, de Dios que lo ha creado todo, tan bello ,tan grande, tan hermoso.
Te busco Señor y te encuentro en toda la creación pero sobretodo en el hombre, en todo ser humano, que tiene tu imagen, tu huella, tu semejanza.

Querido amigo no dejes de mirar a cada hermano con la mirada profunda. No dejes de escuchar sus opiniones, de ver sus gestos, de mirar su interior, de respetarlo y valorarlo. Incluso si el mismo no se respeta, que al  ver  como lo tratas tú, pueda dar un gran paso y aproximarse a si mismo de manera distinta. Que pueda aproximarse a su grandeza por el respeto que le transmites, que vea en como lo amas, cómo Dios lo ama. muéstrale el rostro de Dios en ti, para que pueda algún día acercarse al Dios único y verdadero.

Estás aquí. Lo se Señor, y ahora te escucho con más fuerza en la suave brisa de esta mañana, y esto me da paz. Por que  a Dios se le encuentra en el silencio, en la calma. Hoy te he encontrado Señor, no permitas que me aparte de ti. 

martes, 27 de septiembre de 2011

El encuentro con el Señor en el camino.



Nunca te había visto,
Pero hoy, has clavado tú mirada en mí,
Quizás no es el hombre que esperaba ver,
Pues al verte desfigurado, dolido,
golpeado  y humillado,
he quedado sorprendido,
no pareces ser quien me habían dicho,

Me piden que te ayude…
¡No quiero! dirá el interior del hombre
Que se asusta al ver esa cruz
Que se revela ante el dolor…
Pero el amor vencerá el temor,
la grandeza a la mezquindad
y este corazón frágil  manifestará con fuerza y convicción
ese deseo de ayudarte, ese deseo de aliviarte…
hoy Señor veo por fin tu rostro.

Y en medio de lo poco humano que parece,
Por los golpes y el maltrato,
resalta esa mirada;
Profunda, honda, amorosa,
Esa misma que acogió a la Magdalena,
aquella que llamó a Zaqueo,
o la que vio el ciego de nacimiento al abrir los ojos a la luz,
aquella que vio su Madre más de una vez…
Esa mirada que no ha perdido su amor en el dolor
Esa mirada que transmite misericordia en medio del odio.
Esa mirada que con dolor,
perdona a quienes “no saben lo que hacen”.

Y ante ella como decir que no…
Hubiera querido verte en otra ocasión Señor,
Pero esta es la que me tocó a mí,
Has querido que yo me encuentre contigo Señor,
Y no has encontrado ocasión mejor.
Todo lo tenías pensado y querías que así te conociera
Y que otros como yo, sean cireneos el día de hoy.

Subo contigo al calvario, contigo  mi buen pastor
Y espero poder en algo aliviar tu dolor.

Hoy, al ver esta imagen
Surge esta oración en mi interior
Quiero también ser Cireneo.
Dame la fuerza de este hombre Señor,
Para no dejarte abandonado.
Que no huya ante el dolor del hermano,
Ayúdame a ser también, aquel que muera por sus hermanos
Y que aprenda con valor,
a cargar la cruz,
la mía y la de otros.

Ayúdame a morir día a día.
Que no prime en mi, la ley de mis gustos,
Ayúdame a no ser de los indiferentes,
de los evasivos, de los cobardes,
de aquellos que se dejan vencer por el miedo
ante Tu mirar profundo,
Que no te abandone  Amigo.
Enséñame amar Señor, con el amor de la cruz,
porque el amor será lo único que me permita
estar siempre  junto a Ti.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Una vez más hemos sido sorprendidos por Dios

Hemos terminado la Jornada Mundial de la Juventud, y nuestra peregrinación por santuarios marianos. Hay mucho que decir, pero mientras logro escribir todo lo vivido y experimentado. Voy compartiendo una primera reflexión, de estos días maravillosos.
Lo primero que tengo que decir es que ha sido una experiencia sorprendente. Sabemos que Dios nos sorprende siempre, y esta no ha sido la excepción. Hemos sido sorprendidos por el Señor a todo nivel. Hemos sido sobrepasados por el amor de Dios, una vez más. y a pesar de que cada uno tenía su idea de lo que sería esta experiencia antes de partir, creo que ninguno de nosotros dejo de ser sorprendido por Dios. Todo lo que habíamos pensado que iba a ser esta experiencia, fue superado por la realidad que vivimos.

Desde la llegada, al ser recibidos por un alojamiento que nos ¡sorprendió! Y nos decía que algo grande tenía preparado para nosotros. Esto nos llevó a ver la generosidad de los jóvenes, y de los no tan jóvenes; el realmente estar dispuesto a amoldarse a cualquier situación y a superar cualquier incomodidad por algo más grande.

Sorprendidos al ver la cantidad, de jóvenes, de diferentes partes del mundo, y no exagero. Era así, ver como nos uníamos sin conocernos, cantábamos juntos en el metro, en las calles, cada uno en su idioma.  Compartíamos, nos saludábamos, hablamos  de donde veníamos y el deseo que teníamos de encontrarnos con Cristo y de ver al Santo Padre y escuchar sus palabras.

Sorprendidos, por la cantidad de gente que asistió a esta gran fiesta de fe. Ni siquiera la organización de la JMJ,  esperaba que la respuesta fuera tal. Sorprendidos por la alegría, la paz, y la fraternidad  que se vivió estos días.
Sorprendidos por la acogida de los españoles, que nos ayudaban en todo, que aún algunos de ellos no siendo católicos nos ayudaban en el Metro y nos advertían y cuidaban de cualquier cosa.

Sorprendidos por el sol, la lluvia y el viento y un Papa, que no se quiso mover del estrado, acompañando a los jóvenes que estaban sufriendo las inclemencias del clima.
Sorprendidos por el silencio de más de dos millones de personas ante el Santísimo Sacramento. Realmente sorprendente lo que Cristo puede realizar.
Sorprendidos por el valor de la oración que hizo posible este momento tan especial de convertir cuatro vientos en un santuario Eucarístico.
Sorprendidos, por el amor de Dios y las palabras del Santo Padre, sorprendidos por nosotros mismos que nos dimos cuenta que somos capaces de cosas más grandes y de esfuerzos mayores cuando el corazón, tiene algo grande porque vivir. Y no hay nada más grande que la amistad con Jesús, quien lo ha dado todo por nosotros.
Sorprendidos, por ver como nos hemos unidos, y acompañado, como hermanos en la fe.

Sorprendidos ante los milagros paténtenles como el de la hostia sangrante en Santarem, ante la cual nos hemos puesto de rodillas, o mas bien, postrado en adoración. Ante la cual nos hemos maravillado una vez más del milagro de la presencia real de Jesús.

Sorprendidos por la Madre de Dios, quien en intima sintonía con el corazón de Jesús, también nos sorprende  y nos recordó en cada uno de los Santuarios que visitamos, que Ella está con nosotros. Que quiere que entendamos que estamos aquí de paso y que estamos llamados a algo más grande, a la vida eterna. Y para conseguirla, hay que esforzarse,  morir al pecado para vivir a una vida nueva.

Sorprendido por los detalles de Dios para conmigo sacerdote. Que me ha permitido celebrar la santa Eucaristía en cada uno de estos lugares. Y que en cada una de ellas he podido elevar la patena con Cristo Hostia, que se da se entrega y me invita a que yo también me de y me entregue cada día más. Uniéndome así en estos lugares de peregrinación a miles de cristianos, que a lo largo del tiempo han elevado su oraciones al Altísimo.

Sorprendidos por la Madre, que nos permitió bañarnos en las aguas benditas de Lourdes. Porque Ella quiso que sea así. Nada fu casualidad.

Sorprendidos por tantas cosas hermosas, he incluso por las exigentes o aquellas que no eran tan hermosas que me llevaron a decir: Señor gracias por la fe. gracias por el don de esta espiritualidad, por esta gran familia espiritual que me has regalado. Gracias Señor porque tú nos sorprendes, Tú encarnación fue un hecho sorprendente. Cuando le lavaste los pies a tus apóstoles los sorprendiste con Tu humildad. Nos sorprendiste cuando instituiste la Santa Eucaristía y sobre todo cuando te entregaste generosamente en la Cruz, padeciendo ¡tanto! Y así Señor una y otra vez nos has sorprendido y lo seguirás haciendo. Porque para quien ama no hay límites en la entrega. Porque nos quieres recordar Tú grandeza y que aquello que caracteriza al santo, es la Magnanimidad. Y como siempre Tu das el primer paso, el ejemplo, el testimonio de cómo hemos de vivir nuestra vida cristiana.

Todo lo vivido lo resumo en la siguiente frase: Hemos sido testigos de la Magnanimidad del amor de Dios. Esta me motiva, alienta y anima a seguir caminando correspondiendo a tanto amor mostrado. Con una mayor entrega y conversión.

¡Ayúdanos Señor  a mantenernos firmes en la fe!

jueves, 30 de junio de 2011

“Haced esto en conmemoración mía” (Lc 22,19)



Estas  palabras de Jesús, como muchas otras que nos dijo, resuenan hoy con más fuerza en mi interior, y me detengo ante ellas esta noche con ánimo de reflexionar… Las he dicho muchas veces, pero hoy, al leerlas nuevamente, me dijeron mucho, es mas, no las había pronunciado en voz alta y ya estaban resonando en mi interior.

Sí; la santa Eucaristía es en conmemoración tuya, y Tú, Señor, nos pediste a nosotros tus amigos que hiciéramos esto en recuerdo tuyo, en esa memoria viva, vigente, presente. En memoria tuya quiere decir que nos reuniéramos como hermanos y amigos en torno a ti, para ser nosotros quienes hagamos esto recordándote, haciéndote presente. Soy yo quien además he sido escogido para hacer este sacrificio en tu Nombre. Yo repito estas palabras, y tú actualizas el misterio de tu Presencia real.

Tú nos dejaste esta prenda de tu amor para que no quedáramos solos. Estabas preocupado por nosotros y lo mostraste cuando dijiste:
“No os dejaré huérfanos; volveré a vosotros” (Jn 14,18); y vuelves de manera especial en cada Eucaristía. También nos enviaste al Espíritu Santo, y a Él invocamos para que se haga posible este santo Sacrificio, este regalo enorme, de tu Presencia real: “Por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu”: ¡Estás aquí, Señor, y cuantas veces no te reconocemos!

Ayúdame Señor a amarte intensamente, a reconocerte y a escuchar este mandato, este consejo de amigo, y a transmitirlo fielmente. Que lo pueda llevar a cada vez más personas; que celebrando la Santa Misa con fervor y amor pueda llevar a muchos a que se encuentren realmente contigo.  Que pueda ser, por tu gracia,  el hombre del sacrificio; y que la celebración de la Santa Eucaristía haga que sea así, día a día, en cada momento de mi vida, como una Hostia viva, que a lo largo del día recuerde lo que celebré al comenzar el día y lo que dije en esa consagración: “Que Él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad”. No es fácil, Señor, ser ofrenda permanente; pero al recibirte a ti en la santa Eucaristía es eso lo que pedimos cada día, ya que sólo con este alimento celestial somos capaces de lograr ser ofrenda permanente para todos.

Conmemorar tu vida, tu muerte, tu resurrección: Eso hacemos cada día que celebramos la santa Eucaristía. Y es aquí donde acudo para aprender a amar con todo mi ser. De aquí, de la fuente del Amor, bebo. De Ti, el que se entregó por mí, aprendo; porque Tú me diste la capacidad de amar, porque Tú me diste la capacidad de poder entrar en comunión con los demás, por eso acudo a ti Señor, para que me enseñes amar.

Doy un paso pequeño, Señor, y Tú premias ese pequeño paso que doy; Tú me das esa capacidad de poder amar, de poder llegar a ti, Señor.  No digo nada nuevo, y no es mi objetivo, sino compartir lo que fue mi experiencia al preparar hoy una charla para padres de familia sobre la santa Eucaristía. Ahora, Señor, permíteme “hacer esto en memoria tuya” siempre, con pureza de corazón y con conciencia del magnífico don que nos dejaste. Que te conmemore en el altar, en la vida cotidiana, en los momentos de alegría y en los de dolor. Que conmemore, que recuerde, que tenga esa memoria viva, Señor, y que cada vez que celebre la Santa Eucaristía pueda recordar esto que hoy me has querido mostrar. ¡Gracias Señor Jesús!

12 de julio de 2010

lunes, 27 de junio de 2011

Un hermoso atardecer


Esta foto la tomé en Ayangue una playa de Ecuador. Acompaño este hermoso atardecer con  un salmo que para mí expresa mucho de lo que mis palabras no son capaces de expresar al ver este hermoso espectáculo: "El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos." (salmo 19,1)


lunes, 20 de junio de 2011

¿Por qué tomo fotos?




Lo que sucede cuando tomo  una foto, es que esa imagen que mis ojos han visto ha despertado algo en mí interior;  quizás no puedo describirlo en el momento con palabras, pero siento las ganas, el impulso (no se si sean las palabras correctas) de querer captar esa imagen con mi cámara, para luego poderla contemplar una y otra vez;  Sentarme en mi escritorio y poder quizás escribir algo al respecto, o quizás pensar una y otra vez, que fue lo que captó mi atención, que me dice esa imagen o simplemente contemplar la hermosura de la creación, y maravillarme de todo lo que Dios ha hecho.

Muchas veces no tengo mi cámara a la mano u otras no es prudente sacarla o quizás es imposible, pero como quisiera hacerlo, porque a lo largo del día tengo muchos momentos donde la naturaleza me habla y quisiera conservar ese momento, porque quizás Dios me ha hablado ahí y me ha mostrado su grandeza.

Pero más importantes son aquellos momentos donde las personas, la creación más grande de Dios, me muestran su rostro más profundo; esos momentos no los grabo con mí cámara, sino que los grabo en mi interior, en mi mente, en mi corazón; y  veo miradas, sonrisas, expresiones de las más diversas,  y ellas me dicen algo…. Algo profundo, muy profundo que no todas las veces llego a captar o no llego a poder ponerles una categoría, un nombre que describa lo que percibo, pero lo percibo, lo experimento, unas veces con más fuerza que otras; lo único que puedo decir  es que algunas de ellas quedan grabadas en mí interior, profundamente. 
Y aquí la cosa ya no es tan fácil, como ordenar las fotos por tipos, como por ejemplo, fotos de paisajes, del viaje a la playa, o de la graduación. Esto es más difícil, porque el ser humano es muy complejo y su riqueza interior no tiene comparación con los otros seres creados, sus sentimientos, sus pensamientos son tantos y tan diversos que no podría, creo yo, enmarcarlos en un rubro determinado con tanta facilidad. Pero bueno quería hablar de mis fotos y terminé hablando de la persona y su mundo interior.

Como decía al principio, lo que quiero  con las fotografías que tomo es que las personas logren ir  un poco más allá, se trata de despertar el asombro, de romper la rutina y así llevarlos a la contemplación de la grandeza y hermosura de todo lo que nos rodea y que en el fondo nos lleva a nuestro interior, y a descubrir a Dios, creador de todo; a nuestro Padre que nos ha dado esa capacidad de contemplar todo y de sorprendernos ante ello. Creo además que al escribir estas líneas hago el ejercicio de entender un poco más, el porqué me gusta la fotografía, pero a su vez creo que una vez más mis palabras son insuficientes para expresar todo; por lo tanto será esta una reflexión inconclusa.

domingo, 12 de junio de 2011

Levantemos el corazón (Sursum Corda)



Levantemos el corazón. Cada día que participamos de la santa Eucaristía escuchamos esta invocación o exhortación del sacerdote, y ante ella respondemos: “Lo tenemos levantado hacia el Señor”.  Y ese ha de ser no solamente nuestro deseo, sino una realidad; tener el corazón levantado hacia el Señor, es lo que todo cristiano ha de hacer, porque de poco serviría que lo dijéramos simplemente en la Santa Eucaristía, si es que no hay un esfuerzo sincero por levantar nuestro corazón cada día y en cada momento.
Se trata de tener levantado el corazón hacia el Señor, cuando estudio, cuando me esfuerzo por ser sincero, cuando voy por la calle caminando o conduciendo mi auto; cuando con paciencia tengo que atender algún familiar enfermo;
levantar el corazón es elevarlo al amor verdadero, que perdona, que es paciente, que se esfuerza por ser servicial, por aconsejar y corregir con amor cuando ve que algo no va por buen camino.

Levantar el corazón es alejarse de la sensualidad que no eleva sino que hace al hombre egoísta y rastrero, que lo encierra en sí mismo y lo incapacita para amar.
Levantar el corazón, es vivir esa actitud de educar con paciencia, de saber escuchar y valorar al otro en toda su riqueza.

Levantar el corazón en mí trabajo, haciéndolo con honradez y dedicación.
Elevar el corazón es ayudar al pobre, aquel que está frente a ti y necesita de tu ayuda, ir en búsqueda de aquel que está necesitado de nuestra palabra, de nuestra compañía, de alguna urgencia material. Ayudarlo con un gesto, una sonrisa, un saludo, logramos que ese corazón también se eleve hacia el Señor en una acción de gracias.

Elevar el corazón quiere decir tener nuestra mente y todo nuestro ser hacia el Señor, quiere decir haber comprendido donde está nuestra felicidad. Quiere decir que hemos descubierto que las palabras y las promesas del Señor son las que nos hacen libres, las que nos realizan. Por lo tanto, levantar el corazón es ponerse frente al Señor, ante Jesús  en oración, crecer en amistad con aquel que nos ama y pedirle que nos ayude a no dejarnos atrapar por lo mundano, lo pasajero, efímero y superfluo, y tengamos siempre el corazón anhelando los bienes eternos.

Elevar el corazón es llegar a la Santa Eucaristía con tiempo, preparándonos para ese encuentro especial, con quien nos quiere hablar hoy al corazón, y nos invita que en este momento nos elevemos lo más que podamos hacia Él, para que así cuando salgamos de esta Santa Eucaristía, elevemos todo el mundo hacia Dios con nuestro testimonio de amor, porque al elevar nuestro corazón nos hemos encontrado con el Sagrado Corazón y Él nos ha llenado y transformado, para que nosotros podamos ser como la levadura que fermenta toda la masa.

¡Levantemos el corazón! Y mantengámoslo siempre elevado al Señor.

jueves, 9 de junio de 2011

No me alcanzan las palabras



No me alcanzan las palabras para expresar tu grandeza Señor.
No me alcanza las palabras para explicar lo que siento hoy,
No me alcanzan las palabras para decirte Señor lo grande que eres
No me alcanzan las palabras para decirte lo contento que me has puesto hoy,
No me alcanzan las palabras para agradecerte Señor, la oportunidad que me das de guiar a las personas hacia Ti..
No me alcanzan las palabras para poder expresar todo lo que quisiera,
No me alcanzan las palabras para poder mostrar a todos la amistad tan valiosa que he encontrado en Ti.
No me alcanzan las palabras para gritar al mundo, una y otra vez, que hermoso es vivir junto a Ti.
No me alcanzan las palabras, pero eso no me detiene…

Por lo menos trataré, y trataré,
día tras día,  con mis obras,
con mi servicio y entrega
poder manifestarte el amor, la gratitud y el deseo de servirte,
de llevarte en el corazón, de ser luz para otros….

Permíteme, Señor y dame las fuerzas,
para poder guiar a las personas hacia Ti!

Ayúdame Señor, para cumplir este deseo, no hoy que me siento feliz, por lo poco bueno que pueda haber hecho, sino sobre todo cuando los días sean malos. Cuando las cosas se presenten difíciles.
No me alcanzan las palabras Señor….
Pero tú lo sabes todo, Tú conoces mi corazón, por eso ahora simplemente quiero guardar silencio ante Ti…

lunes, 6 de junio de 2011

El mundo nos empuja a lo superficial



Leí en el periódico un eslogan que decía: “¡De gordita graciosa, a vivir como diosa!, y me llamó mucho  la atención, ya que justamente hace poco había escuchado a una amiga decir: “Hasta que sea flaca, no podré ser feliz”. ¿Qué tan importante debe ser el cuerpo para una persona?  Susana R.

El ser humano es una unidad compleja, misteriosa y con una grandeza enorme. Es importante dejar claro esto: somos una unidad biológica, sicológica y espiritual. Ninguna de las tres sobra; ninguna de las partes que integran al ser humano está de más o puede ser desatendida. Pero sí es importante saber que hay un orden de prioridades y que cada parte de lo que es el ser humano tiene su razón de ser y su lugar. La preocupación por el cuerpo es válida pero en su justa medida.   
Cuando el ser humano comienza a obsesionarse con el cuerpo y a pensar que su vida cambiará o que será más feliz simplemente por tener un cuerpo espectacular, es porque el hombre ha perdido de vista algo fundamental:  la recta valoración de sí mismo y su comprensión como persona.
¿Y cual es el problema de preocuparse del cuerpo? Ninguno. Hay que preocuparse del cuerpo que Dios nos ha dado y que es templo del Espíritu Santo, pero en su justa medida y de manera correcta. Debemos estar limpios, bien presentados, bien vestidos, etc. También es importante que, en la medida de las posibilidades, hagamos ejercicio para estar sanos y de buen ánimo. Pero todo debe partir de una correcta visión del ser humano, que llevará a proyectarse y desplegarse de la mejor manera.  He ahí la clave del asunto; cuando uno deja de mirar la integridad de la persona y de entender que el eje fundamental del ser humano no está en lo exterior sino en el interior, se comenzará a construir vanamente y a poner la valoración en lo externo “solamente”;  Como dice Saint Exupery, en el Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”.  ¿De qué me sirve tener un carro con una carrocería muy bonita, si no tiene motor? o ¿de qué me sirve tener una casa con una fachada hermosa, si por dentro está sucia o sin nada? La casa es para vivir en ella y el carro para andar. Así también: ¿de qué serviría tener un cuerpo espectacular, una cara muy bonita, estar vestidos con lo último y lo más caro; si no tengo nada adentro, en mi corazón, en mi interior, en mi mente, y sobre todo en mi espíritu?
Suele suceder que una persona, que se queda simplemente contemplando lo efímero, como es la belleza del cuerpo, sea también efímera, pasajera y superficial. Y va a tender también a valorar a los otros con los mismos criterios que se valora a sí mismo. ¿No te parece eso problemático?

El cuerpo, en cuanto creado por Dios, es bueno y santo (Ver Gn 1, 26-31). El cuerpo es en sí mismo no tiene nada de malo. Lo malo es, sin embargo, el intento del hombre de satisfacerse viviendo primariamente o exclusivamente para los placeres del cuerpo. Tenemos un problema serio hoy en día: el mundo nos empuja a lo superficial, por eso afirmaciones como las que leíste en el diario hace que una persona piense que el objetivo es vivir como “diosa”, a partir de la simple apariencia física.
 El mundo de la vanidad, de lo superfluo es cada vez más fuerte, y es consecuencia del vacío que hay en las personas. Abandonando el interior y  lo más          importante,  la vida espiritual. Con esos criterios se termina buscando sólo cosas que me hagan sentir bien, y no necesariamente están bien, por ejemplo una persona se puede          sentir muy bien fumando marihuana, pero está muy mal lo que está haciendo, o una madre siente mucho dolor al dar a luz, pero está feliz por traer al mundo          a su hijo, ahí vemos claramente que lo importante es estar bien, no necesariamente sentirme bien.
Es evidente que tenemos una riqueza que va más allá de nuestro cuerpo (lo biológico), no podemos desatender nuestro espíritu, nuestra alma, porque hacerlo es crecer deficientemente como persona; ahí está lo que nos diferencia de todas las demás creaturas. Algunas cosas que creo podrían ayudar para no caer en la superficialidad, es cultivar el interior, tener una vida espiritual rica, nutrir tu mente, esforzándote por conocer tu fe, conocerte a ti mismo(a).
No olvidemos que somos una unidad, y así como hay que preocuparse por el cuerpo que Dios nos ha dado, con mayor deber  hay que preocuparse por el espíritu y el alma que al final es lo más importante. De qué sirve tener una buena apariencia exterior si no tengo el espíritu, el corazón limpio, y anhelando lo más grande y hermoso que es Jesús. “No hay nada más bello que ser alcanzados, sorprendido por el Evangelio, por Cristo. No hay nada más bello que conocerlo a Él y comunicarle a los otros la amistad con Él”. (Benedicto XVI)

martes, 3 de mayo de 2011

Caminando por el bosque


Cuando uno viaja en un tren por medio del campo, puede ver los árboles del bosque pasar a gran velocidad  y puede ver el paisaje, las montañas, etc, pasar ante sus ojos.  Quizás uno podrá decir, que fue muy hermoso el paseo y el paisaje que contempló a lo largo del camino. Pero les aseguro que es muy distinto, poder detenerse y caminar por el bosque. Imaginemos un bosque de pinos, podrás ver los matices de los colores que hay en sus hojas, sentir su olor, oír las hojas  moverse  y el crujir de las ramas al soplar el viento; contemplar y disfrutar del paisaje que se ofrece ante tus ojos; quizás podrás recoger alguno de sus frutos y disfrutar de su sombra si es un día soleado… 
Esta imagen me vino a la mente cuando pensaba en nuestra oración, porque muchas veces nuestra oración corre el riesgo de ser hecha como en un tren de alta velocidad, pasamos simplemente por el bosque pero sin poder detenernos lo suficiente o quizás podría decir, lo necesario. Contemplamos y vemos pasar ante nuestros ojos la grandeza de Dios, su amor, su misericordia; sus palabras son bellas y llenan nuestro corazón, pero pasamos tan rápido que no llegamos a disfrutar de todo lo que ella tiene que decirnos, y así dejamos de sacar todo lo que Él tiene para nosotros y para lo cual hemos de detenernos. Y al leer un comentario sobre la oración, me hacía tomar conciencia de la importancia que ha de tener rezar todos los días  con esa hondura. Hay que bajarse del tren y detenerse un momento, caminar por el bosque cada mañana y así, impregnados de su frescura, emprender nuevamente el camino, llevando la alegría de este encuentro a cuantos se encuentren con nosotros.