lunes, 6 de junio de 2011

El mundo nos empuja a lo superficial



Leí en el periódico un eslogan que decía: “¡De gordita graciosa, a vivir como diosa!, y me llamó mucho  la atención, ya que justamente hace poco había escuchado a una amiga decir: “Hasta que sea flaca, no podré ser feliz”. ¿Qué tan importante debe ser el cuerpo para una persona?  Susana R.

El ser humano es una unidad compleja, misteriosa y con una grandeza enorme. Es importante dejar claro esto: somos una unidad biológica, sicológica y espiritual. Ninguna de las tres sobra; ninguna de las partes que integran al ser humano está de más o puede ser desatendida. Pero sí es importante saber que hay un orden de prioridades y que cada parte de lo que es el ser humano tiene su razón de ser y su lugar. La preocupación por el cuerpo es válida pero en su justa medida.   
Cuando el ser humano comienza a obsesionarse con el cuerpo y a pensar que su vida cambiará o que será más feliz simplemente por tener un cuerpo espectacular, es porque el hombre ha perdido de vista algo fundamental:  la recta valoración de sí mismo y su comprensión como persona.
¿Y cual es el problema de preocuparse del cuerpo? Ninguno. Hay que preocuparse del cuerpo que Dios nos ha dado y que es templo del Espíritu Santo, pero en su justa medida y de manera correcta. Debemos estar limpios, bien presentados, bien vestidos, etc. También es importante que, en la medida de las posibilidades, hagamos ejercicio para estar sanos y de buen ánimo. Pero todo debe partir de una correcta visión del ser humano, que llevará a proyectarse y desplegarse de la mejor manera.  He ahí la clave del asunto; cuando uno deja de mirar la integridad de la persona y de entender que el eje fundamental del ser humano no está en lo exterior sino en el interior, se comenzará a construir vanamente y a poner la valoración en lo externo “solamente”;  Como dice Saint Exupery, en el Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”.  ¿De qué me sirve tener un carro con una carrocería muy bonita, si no tiene motor? o ¿de qué me sirve tener una casa con una fachada hermosa, si por dentro está sucia o sin nada? La casa es para vivir en ella y el carro para andar. Así también: ¿de qué serviría tener un cuerpo espectacular, una cara muy bonita, estar vestidos con lo último y lo más caro; si no tengo nada adentro, en mi corazón, en mi interior, en mi mente, y sobre todo en mi espíritu?
Suele suceder que una persona, que se queda simplemente contemplando lo efímero, como es la belleza del cuerpo, sea también efímera, pasajera y superficial. Y va a tender también a valorar a los otros con los mismos criterios que se valora a sí mismo. ¿No te parece eso problemático?

El cuerpo, en cuanto creado por Dios, es bueno y santo (Ver Gn 1, 26-31). El cuerpo es en sí mismo no tiene nada de malo. Lo malo es, sin embargo, el intento del hombre de satisfacerse viviendo primariamente o exclusivamente para los placeres del cuerpo. Tenemos un problema serio hoy en día: el mundo nos empuja a lo superficial, por eso afirmaciones como las que leíste en el diario hace que una persona piense que el objetivo es vivir como “diosa”, a partir de la simple apariencia física.
 El mundo de la vanidad, de lo superfluo es cada vez más fuerte, y es consecuencia del vacío que hay en las personas. Abandonando el interior y  lo más          importante,  la vida espiritual. Con esos criterios se termina buscando sólo cosas que me hagan sentir bien, y no necesariamente están bien, por ejemplo una persona se puede          sentir muy bien fumando marihuana, pero está muy mal lo que está haciendo, o una madre siente mucho dolor al dar a luz, pero está feliz por traer al mundo          a su hijo, ahí vemos claramente que lo importante es estar bien, no necesariamente sentirme bien.
Es evidente que tenemos una riqueza que va más allá de nuestro cuerpo (lo biológico), no podemos desatender nuestro espíritu, nuestra alma, porque hacerlo es crecer deficientemente como persona; ahí está lo que nos diferencia de todas las demás creaturas. Algunas cosas que creo podrían ayudar para no caer en la superficialidad, es cultivar el interior, tener una vida espiritual rica, nutrir tu mente, esforzándote por conocer tu fe, conocerte a ti mismo(a).
No olvidemos que somos una unidad, y así como hay que preocuparse por el cuerpo que Dios nos ha dado, con mayor deber  hay que preocuparse por el espíritu y el alma que al final es lo más importante. De qué sirve tener una buena apariencia exterior si no tengo el espíritu, el corazón limpio, y anhelando lo más grande y hermoso que es Jesús. “No hay nada más bello que ser alcanzados, sorprendido por el Evangelio, por Cristo. No hay nada más bello que conocerlo a Él y comunicarle a los otros la amistad con Él”. (Benedicto XVI)

No hay comentarios:

Publicar un comentario