domingo, 12 de junio de 2011

Levantemos el corazón (Sursum Corda)



Levantemos el corazón. Cada día que participamos de la santa Eucaristía escuchamos esta invocación o exhortación del sacerdote, y ante ella respondemos: “Lo tenemos levantado hacia el Señor”.  Y ese ha de ser no solamente nuestro deseo, sino una realidad; tener el corazón levantado hacia el Señor, es lo que todo cristiano ha de hacer, porque de poco serviría que lo dijéramos simplemente en la Santa Eucaristía, si es que no hay un esfuerzo sincero por levantar nuestro corazón cada día y en cada momento.
Se trata de tener levantado el corazón hacia el Señor, cuando estudio, cuando me esfuerzo por ser sincero, cuando voy por la calle caminando o conduciendo mi auto; cuando con paciencia tengo que atender algún familiar enfermo;
levantar el corazón es elevarlo al amor verdadero, que perdona, que es paciente, que se esfuerza por ser servicial, por aconsejar y corregir con amor cuando ve que algo no va por buen camino.

Levantar el corazón es alejarse de la sensualidad que no eleva sino que hace al hombre egoísta y rastrero, que lo encierra en sí mismo y lo incapacita para amar.
Levantar el corazón, es vivir esa actitud de educar con paciencia, de saber escuchar y valorar al otro en toda su riqueza.

Levantar el corazón en mí trabajo, haciéndolo con honradez y dedicación.
Elevar el corazón es ayudar al pobre, aquel que está frente a ti y necesita de tu ayuda, ir en búsqueda de aquel que está necesitado de nuestra palabra, de nuestra compañía, de alguna urgencia material. Ayudarlo con un gesto, una sonrisa, un saludo, logramos que ese corazón también se eleve hacia el Señor en una acción de gracias.

Elevar el corazón quiere decir tener nuestra mente y todo nuestro ser hacia el Señor, quiere decir haber comprendido donde está nuestra felicidad. Quiere decir que hemos descubierto que las palabras y las promesas del Señor son las que nos hacen libres, las que nos realizan. Por lo tanto, levantar el corazón es ponerse frente al Señor, ante Jesús  en oración, crecer en amistad con aquel que nos ama y pedirle que nos ayude a no dejarnos atrapar por lo mundano, lo pasajero, efímero y superfluo, y tengamos siempre el corazón anhelando los bienes eternos.

Elevar el corazón es llegar a la Santa Eucaristía con tiempo, preparándonos para ese encuentro especial, con quien nos quiere hablar hoy al corazón, y nos invita que en este momento nos elevemos lo más que podamos hacia Él, para que así cuando salgamos de esta Santa Eucaristía, elevemos todo el mundo hacia Dios con nuestro testimonio de amor, porque al elevar nuestro corazón nos hemos encontrado con el Sagrado Corazón y Él nos ha llenado y transformado, para que nosotros podamos ser como la levadura que fermenta toda la masa.

¡Levantemos el corazón! Y mantengámoslo siempre elevado al Señor.

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