miércoles, 14 de diciembre de 2011

La Mediocridad en la vida cristiana



El peligro de caer en la  mediocridad, es algo latente  en toda nuestra vida. Quizás unos más que otros están más propensos a esta tentación, a esta enfermedad espiritual; Tenemos que estar atentos porque esta va avanzando lenta y silenciosamente.  La mediocridad nos hace mucho daño, tanto en el desarrollo como personas como en la relación con los demás y sobretodo en la amistad con Dios, de eso escribiré unas líneas.
Lo primero que tendríamos que decir es que esta enfermedad espiritual es llamada también tibieza. Santo Tomás define  la tibieza como “una cierta tristeza, por la que el hombre se vuelve tardo para realizar actos espirituales a causa del esfuerzo que comportan”. Nos dirá también Francisco Fernández Carvajal: “Es como aquel que quiere acercarse a Dios con poco esfuerzo, sin renuncias, intentando hacer compatible el amor a Dios con cosas que no son gratas a El”. Por lo tanto vemos que detrás de muchas de las justificaciones que se buscan dar ante la dejadez en la vida cristiana y los actos de piedad, hay un temor o rechazo al esfuerzo que estos implican y un no estar dispuesto abandonar aquello que va en clara oposición al mensaje del Señor Jesús.  
Sabemos también que una persona no cae en tibieza de un momento a otro. Esta actitud ante Dios, nace siempre de pequeñas acciones donde por falta de amor se va buscando cumplir simplemente con lo mínimo. Así, con esta actitud, poco a poco se va avanzando, hasta llegar a las grandes infidelidades, a la tibieza o mediocridad. Llegado a ese punto todo lo que Dios me pida me parece exagerado, cuesta arriba, injusto, etc. Y así se va construyendo un cristianismo de mínimos, dejando de lado todo aquello que me exige y que en el fondo es lo que nos hace crecer en nuestro amor a Dios y en nuestra realización como personas. Es muy difícil que alguien te diga, “Yo soy un mediocre o un tibio”. Para hacer esa afirmación, previamente la persona ha tenido que hacer un examen de conciencia con valentía, humildad y sinceridad.  Pero esto no es tan fácil. Lo que sucede la mayoría de veces es que  no se quiere ver esta realidad, algunos les da miedo enfrentar la verdad en la que se encuentran, porque ciertamente es duro aceptar que nuestro corazón está enfermo. Y es así que muchos caen en la tentación de  echarle la culpa a las circunstancias que los rodean. Y por ende buscan fuera de si la solución a un problema que está en el interior. Incluso se llega hasta la insensatez de culpar a Dios, pensando que Él se opone a mi felicidad.
Suele suceder que el tibio tiende a criticar, a burlarse o incluso hacer caer en la misma tibieza a todo aquel que vive su vida cristiana con intensidad o que por lo menos está haciendo el esfuerzo. ¿Por qué?  Porque le incomoda, lo cuestiona. Y para evitar que su propia conciencia lo cuestione,  descalifica al que mucho ama a Dios, llamándolo  fanático, exagerado y otras cosas más. Incluso, como decía, tratará de llevarlo por su mismo camino con razonamientos mezquinos. Recordemos, que estamos llamados a ser santos, a la grandeza de espíritu, por lo tanto no seamos cobardes, no caigamos en la mediocridad de compararnos hacia abajo, sino hacia arriba, nuestra medida tiene que ser el Señor Jesús. Huyamos del cristianismo de mínimos, más bien esforcémonos por vivir el cristianismo de máximos, de corazones magnánimos y grandes, que  se esfuerzan por amar cada día más y lo transmiten llevando a otros al encuentro de esa felicidad que se vive en la entrega generosa. No lo olvides la tibieza  es una enfermedad espiritual,  que te mata. Que tiene su raíz en la falta de amor, el  mezquino  siempre estará poniendo un pero, o una excusa para vivir la entrega a los demás y a Dios: “Que muy temprano, que muy tarde, que mucho frío, que mucho calor, que tengo sueño, que tengo muchos deberes, que tengo que descansar porque terminé exámenes; así mentira tras mentira para justificar su mezquindad, su incapacidad para amar de verdad. Cuando no se ama de verdad a Dios siempre hay una excusa muy buena e ingeniosa para realizar lo que Él nos pide.

No hay comentarios:

Publicar un comentario