domingo, 25 de diciembre de 2011

La obra más grande de la historia



Aquellos que saben del tema, me cuentan que cuando se prepara una película se hace un minucioso examen de los personajes, y quienes los representarán. Se escoge el escenario. Se busca los mejores actores, se prepara la escenografía, se escoge el lugar más adecuado para que la película esté muy bien ambientada, se cuida minuciosamente cada detalle, nada o casi nada se escapa a estas grandes producciones cinematográficas.

Bueno hoy nosotros estamos ante la mejor producción de todos los tiempos. El productor de la obra ya había hecho una gran Obra, perfecta, impecable, minuciosamente pensada, matemáticamente estudiada para que todo estuviera en el lugar adecuado y preciso y para que todo esto fuera de agrado y para beneficio del hombre, esta primera gran obra fue la: La Creación del mundo.

Pero ahora nos preparamos para una historia que ha sido preparada por siglos, cada personaje ha sido escogido desde toda la eternidad para esta gran puesta en escena. Ha sido anunciada, proclamada; podríamos decir publicitada de mil maneras, y utilizando a las personas más creíbles de la época, los profetas. Muchos no les creyeron y se perdieron este momento tan especial. Otros esperaron con paciencia y perseverancia, otros no pudieron llegar pero Dios les premiará su fiel y paciente espera en Él. para esta obra, Dios escoge el mejor lugar, seguro nosotros hubiéramos escogido otro un poquito mejor, pero el director de esta, La obra de la salvación, tiene bastante más experiencia que nosotros en este ámbito. Reservó a una mujer, a la cual la hizo Inmaculada, y Santa, para esta gran obra. Escogió a un varón justo, un ¡Gran hombre! Con todas aquellas virtudes que nosotros  quisiéramos tener. El gran equipo de comunicadores de este acontecimiento son los ángeles primero San Gabriel el mensajero de Dios que anuncia a Santa María que será la madre del Salvador de la humanidad. Luego los ángeles que les anunciaron a los pastores, este gran acontecimiento. Cualquier anuncio se queda corto y es incapaz de competir con un coro de ángeles cantado “¡Gloria Dios en las Alturas!” Todo estaba listo, siglos de preparación, es el momento histórico esperado por miles de hombres y mujeres, y todo se desenvuelve obviamente, en los parámetros de Dios, la sencillez, la humildad la sobriedad y el silencio. Y así una vez más nos educas y enseñas que las cosas grandes y bellas que Tú nos traes vienen así para que sólo los sencillos y humildes de corazón las puedan percibir.

Acerquémonos Hoy, al pesebre, a ver y a gozar de la Obra de la salvación. Nada falta, todo está listo para gozar y disfrutar de ella. Sólo falta que tú te postres ante Él y aceptes que todo esto ha sido hecho por Dios, para ti. Por el creador al cual le importas y ha querido prepara así con tanto tiempo semejante acontecimiento. Hoy podrás descubrir el rostro de Dios. Hoy es el día esperado. Hoy llega el Mesías el salvador.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Sin Bombos ni platillos...


¿Por qué Dios quiso que su hijo naciera de una forma tan sencilla, sin bombos ni platillos, de una forma tan discreta?  Para algunos esto resulta muy difícil creer que fuera verdad.

Lo primero que te podría decir es que tú pregunta puede ser matizada y para ello cito la Sagrada Escritura: “Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor.
El ángel les dijo: "No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor;
 y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre."
Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:"Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace." (Lc 2, 8-15) Imagínate lo impresionante que ha de haber sido para los pastores ver el coro de los ángeles. Este acontecimiento no tiene nada de discreto. Pero por otro lado vemos que la “señal” es un niño envuelto en pañales en una pesebrera. Aparente contradicción, a nuestro entendimiento limitado. Por un lado los ángeles en el cielo que cantan Gloria a Dios y por otro la sencillez y humildad de ver a Dios, al rey de la humanidad, en un pesebre.  Los datos que nos proporciona la Sagrada Escritura nos muestran que Dios se muestra a los más sencillos y humildes ,por lo tanto podemos concluir que fue evidente para unos y discreto para otros. En ese caso podríamos decir, sí es verdad el Señor Jesús no se presentó a “la gente importante de la época” con bombos y platillos, pero sí a los pastores y a los sencillos de Israel. Por lo tanto Dios se abaja y nos muestra que el camino para llegar a Él, es el de la humildad. El nos traza la senda de nuestra salvación.
Incluso muchos otros verán, después, sus milagros, escucharán sus palabras llenas de sabiduría y no querrán reconocer al Mesías esperado. Por lo tanto el problema no está en Dios, sino en el corazón del hombre. Y ahí está el problema de muchos también hoy en día, no ven a Dios, porque no quieren. Vino sencillo y humilde y no lo reconocieron, hizo grandes milagros, resucitó y dijeron que era una mentira. Nos dejó la Sabana Santa como un milagro maravilloso y sorprendente y así no quieren creer. El problema no está entonces en que Dios haya nacido en un pesebre. El problema está en que no hemos entendido que los criterios de Dios muchas veces no están en consonancia con los pensamientos del hombre o que el ser humano con un corazón soberbio no quiere ver a Dios. Pareciera por la historia que Dios ha escogido siempre lo débil y humilde para confundir a lo soberbio. En Fátima, escogió a unos sencillos pastores, en Lourdes a una niña que no sabia leer ni escribir, San Pedro era un hombre rudo y poco instruido, etc.
Dios quiere estar cercano a todos, por eso nació pobre y humilde. Por eso también se quedó presente en un pequeño pedazo de pan, para que nadie se quede lejos de Él. Ricos y pobres, grandes y pequeños, sabios e ignorantes, todos podemos llegar a Él, porque Él se ha inclinado hacia nosotros y se ha hecho humilde cercano. Por eso podemos decir nosotros también: “Gloria a Dios en las alturas”
Que Dios te bendiga y una Feliz Navidad.


La Mediocridad en la vida cristiana



El peligro de caer en la  mediocridad, es algo latente  en toda nuestra vida. Quizás unos más que otros están más propensos a esta tentación, a esta enfermedad espiritual; Tenemos que estar atentos porque esta va avanzando lenta y silenciosamente.  La mediocridad nos hace mucho daño, tanto en el desarrollo como personas como en la relación con los demás y sobretodo en la amistad con Dios, de eso escribiré unas líneas.
Lo primero que tendríamos que decir es que esta enfermedad espiritual es llamada también tibieza. Santo Tomás define  la tibieza como “una cierta tristeza, por la que el hombre se vuelve tardo para realizar actos espirituales a causa del esfuerzo que comportan”. Nos dirá también Francisco Fernández Carvajal: “Es como aquel que quiere acercarse a Dios con poco esfuerzo, sin renuncias, intentando hacer compatible el amor a Dios con cosas que no son gratas a El”. Por lo tanto vemos que detrás de muchas de las justificaciones que se buscan dar ante la dejadez en la vida cristiana y los actos de piedad, hay un temor o rechazo al esfuerzo que estos implican y un no estar dispuesto abandonar aquello que va en clara oposición al mensaje del Señor Jesús.  
Sabemos también que una persona no cae en tibieza de un momento a otro. Esta actitud ante Dios, nace siempre de pequeñas acciones donde por falta de amor se va buscando cumplir simplemente con lo mínimo. Así, con esta actitud, poco a poco se va avanzando, hasta llegar a las grandes infidelidades, a la tibieza o mediocridad. Llegado a ese punto todo lo que Dios me pida me parece exagerado, cuesta arriba, injusto, etc. Y así se va construyendo un cristianismo de mínimos, dejando de lado todo aquello que me exige y que en el fondo es lo que nos hace crecer en nuestro amor a Dios y en nuestra realización como personas. Es muy difícil que alguien te diga, “Yo soy un mediocre o un tibio”. Para hacer esa afirmación, previamente la persona ha tenido que hacer un examen de conciencia con valentía, humildad y sinceridad.  Pero esto no es tan fácil. Lo que sucede la mayoría de veces es que  no se quiere ver esta realidad, algunos les da miedo enfrentar la verdad en la que se encuentran, porque ciertamente es duro aceptar que nuestro corazón está enfermo. Y es así que muchos caen en la tentación de  echarle la culpa a las circunstancias que los rodean. Y por ende buscan fuera de si la solución a un problema que está en el interior. Incluso se llega hasta la insensatez de culpar a Dios, pensando que Él se opone a mi felicidad.
Suele suceder que el tibio tiende a criticar, a burlarse o incluso hacer caer en la misma tibieza a todo aquel que vive su vida cristiana con intensidad o que por lo menos está haciendo el esfuerzo. ¿Por qué?  Porque le incomoda, lo cuestiona. Y para evitar que su propia conciencia lo cuestione,  descalifica al que mucho ama a Dios, llamándolo  fanático, exagerado y otras cosas más. Incluso, como decía, tratará de llevarlo por su mismo camino con razonamientos mezquinos. Recordemos, que estamos llamados a ser santos, a la grandeza de espíritu, por lo tanto no seamos cobardes, no caigamos en la mediocridad de compararnos hacia abajo, sino hacia arriba, nuestra medida tiene que ser el Señor Jesús. Huyamos del cristianismo de mínimos, más bien esforcémonos por vivir el cristianismo de máximos, de corazones magnánimos y grandes, que  se esfuerzan por amar cada día más y lo transmiten llevando a otros al encuentro de esa felicidad que se vive en la entrega generosa. No lo olvides la tibieza  es una enfermedad espiritual,  que te mata. Que tiene su raíz en la falta de amor, el  mezquino  siempre estará poniendo un pero, o una excusa para vivir la entrega a los demás y a Dios: “Que muy temprano, que muy tarde, que mucho frío, que mucho calor, que tengo sueño, que tengo muchos deberes, que tengo que descansar porque terminé exámenes; así mentira tras mentira para justificar su mezquindad, su incapacidad para amar de verdad. Cuando no se ama de verdad a Dios siempre hay una excusa muy buena e ingeniosa para realizar lo que Él nos pide.