domingo, 4 de noviembre de 2012

"Portones abrid los dinteles"


“Portones abrid los dinteles”
“¡Portones!, alzad los dinteles,
levantaos, puertas antiguas:
va a entrar el Rey de la gloria. Salmo 24

Me encuentro hoy nuevamente contigo Señor, en medio de la oración  y en este diálogo, frente a tu presencia, me invitas abrir la puerta de mi corazón. Abrir los cerrojos que  mantienen muchas veces cerrado mi espíritu a la acción de la gracia. Una vez más tomo conciencia de que es a Ti, el héroe valeroso, el Rey de la Gloria, el Dios de la vida y del amor sincero a quien cierro mi corazón.
Eres tú quien viene a traerme la paz, la reconciliación y el amor que tanto anhelo. Pero para eso tengo que dar el paso, ponerme de pie y abrir las puertas antiguas, los cerrojos quizás oxidados por el poco uso, y la poca costumbre de abrir la mente y el corazón a Tí. Y con tu gracia se levantaran una vez más las puertas antiguas.

Hoy se llena de alegría mi corazón porque frente a Ti, realmente presente en la Eucaristía, al rezar este Salmo oía tu voz, tu invitación, tu llamada  a que esas puertas antiguas, esos cerrojos endurecidos por el pecado, se abran. Y, pensaba ¡Cómo no voy abrir mi corazón! ¡Cómo no voy hacer el esfuerzo! Si eres Tú quien me lo pide, "el Rey de la Gloria". Se trata de salir del letargo al que lleva el pecado, se trata de dejar de lado la indiferencia, y ponerme de pie ante Ti, porque lo que quieres Tú es entrar para mostrarme todas las riquezas que trae el Rey de la Gloria, el Señor de los ejércitos.
No hay que perder tiempo, no hay porque retrazar la fiesta y el gozo de estar junto a Ti, Señor.
Si hoy se puede celebrar, porque esperar hasta mañana.
  
Y ante esta alegría tan grande,  pensaba ¿Qué lleva a cerrar las puertas?, ¿Qué cerrojos le pongo o ponemos al rey de la gloria? Cada uno tiene que examinarse, pensar con sinceridad, valentía y confianza en Dios. Y reconocer que es el pecado en sus muchas manifestaciones el que oxida los cerrojos, y hacen a veces más difícil escuchar esta invitación. Pero esas cerraduras endurecidas, caen Señor al descubrir Tú amor, al contemplar tu infinita misericordia.

Señor se que hoy, una vez más, me invitas abrir la puerta de mi corazón, porque quieres recordarme todo lo que has hecho por mí, porque quieres mostrarme el inmenso amor que me tienes. Hoy escucho Tu invitación con más fuerza y veo una vez más la alegría de estar junto a Ti. Por eso así como el salmista ahora yo les digo a todos mis hermanos, ¡Abrid, las antiguas compuertas! ¡Abrid el corazón! El que viene es el Señor que trae la paz, que llenará tu corazón de dicha. Quiere entrar en tu casa para alimentarte con manjares sustanciosos, con el alimento que da la vida eterna. Por eso da el paso y di, Entra Señor, se que no soy digno pero una palabra tuya bastará para sanarme y curarme.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Brilla una luz


Me encandila esa luz, y me atrae. No es su calor, luz, brillo, lo que llama mi atención sino sobretodo porque se lo que me dice y a quien representa. Entro y la veo e inmediatamente me postro; no ante ella, sino ante Ti Señor que estás ahí. Y esa luz pequeña me recuerda de que manera te has querido quedar con nosotros, así pequeño, indefenso, casi imperceptible para algunos, pero muy presente para el que observa con reverencia y cuidado, para el hombre con fe.

Esa luz me recuerda tus paradojas, es pequeña pero porta en sí una gran fuerza, un poder oculto,  capaz de incendiar un bosque. Así también tú Señor te has querido quedar  pequeño pero eres capaz de encender en los corazones un gran amor, eres capaz de dar fuerza,  valor para el combate; eres el alimento para el viajero, dándole ese viático para poder llegar a ti, a la eternidad. Eres pequeño en apariencia, pero eres el regalo más grande, el Todopoderoso.

Veo esa luz roja y su color me recuerda tu amor, la grandeza de tu corazón. Eso me recuerda que yo estoy llamado, a vivir así, a entregarme, a ser también Amor, como tú lo eres. A ser generoso a ser entregado e inflamar.

Siempre encendida, nunca se apaga. Porque así representa, lo que Dios hace por nosotros, El Señor se  gasta y  desgasta, por amor.  También Señor enciende en mi corazón esa luz, para encender al mundo de amor, para vencer mi inercia y salir a decirle a todos que Tú estas aquí, que Dios está aquí. Porque el encuentro contigo enciende mi corazón de alegría, de fuerza, de algo que muchas veces no puedo explicar.

Entro una vez más y me quedo sólo contigo Señor. y al cerrar la puerta de la capilla, veo tu luz brillar con más fuerza y no me quiero ir, tu luz me encandila, tu luz me retiene, tu amor me llama, tu amistad me invita a quedarme, a estar contigo.

jueves, 23 de agosto de 2012

Todo por amor



Creaste el mundo por amor, la perfección de la naturaleza, la grandeza del ser humano, de las estrellas y el universo entero, todo lo dejaste de regalo para nosotros tus creaturas,  para que nosotros lo contemplemos, nos maravillemos y saquemos de él todo aquello que tú has puesto, todo lo necesario para nuestro sustento y nuestra vida.

Y todo lo hiciste por amor. Por amor nos creaste, nos diste el ser y la capacidad de poder entrar en contacto y comunicación contigo, la capacidad de poder estar contigo, la inteligencia y capacidad para desarrollar y sacar de este mundo todo lo necesario para vivir.

Todo lo hiciste por amor, y cuando erramos, cuando caímos, cuando nos olvidamos de Ti, tu amor nos lleva nuevamente a recordar lo que somos y a la grandeza de nuestra vocación.

Enviaste a tu Hijo, Dios hecho hombre para que por amor, nos salve, nos libere y reconcilie, cure las heridas mortales que el pecado dejó en nuestro interior. Así nos sanaste nos curaste interiormente y por amor lo sigues haciendo porque los efectos del pecado no han terminado, no han dejado de estar presentes, pero por amor nos das la oportunidad de quedar sanos.

Por amor te hiciste alimento celestial, te quedas en un pan. El alimento bajado del cielo, para alimentarnos, y seguir así mostrándonos el inmenso amor que nos tienes.

Por amor nos dejas tu gracia, por amor nos dejas a tu madre, por amor nos regalas santos que son ejemplo, y amigos en el cielo que nos animan, y con su testimonio nos siguen dando luces para avanzar.
Por lo tanto al levantar los ojos y ver la luz del día, al escuchar los cantos de los pájaros, al ver toda la creación, el atardecer y sobretodo al ver tu cruz, digo una vez más: ¡Todo es por amor!
¡Gracias Padre!

martes, 21 de agosto de 2012

“No se cansen de hacer el bien”.


La frase no es mía, como saben muchos de ustedes. Es de San Pablo, quien inspirado por el Espíritu Santo la pone en su carta a los Gálatas. Quizás alguno se preguntará ¿Y por qué dice eso? 

Lo que sucede es que este gran santo es completamente consciente de la fragilidad humana, y  cómo es posible que cualquiera de nosotros se canse en su empeño por hacer el bien.  Alguno puede que ante las dificultades de la vida, ante los problemas que encuentra quiera cansarse de hacer el bien. Pero no. No debemos desfallecer en nuestro afán por hacer el bien; en comunicar la verdad, en transmitir al mundo la esperanza, en nuestro deseo de ser justos y de en todo buscar el bien del hermano. Quizás estas cansado de atender a tus papas que son mayores, o de quedarte cuidando a tu hermano o de cuidar a tus abuelitos, o de ser paciente con esa persona que te molesta, o  quizás cansado de ser honrado cuando ves que muchos roban, o estas a punto de dejar de luchar por vivir castamente y luchar por tu pureza cuando ves que muchos desfallecen o declinan en su esfuerzo por vivir esta virtud. Quizás ves mucha corrupción y tienes ganas de devolver mal por mal o insulto por insulto. Pero no. Escucha hoy nuevamente la Palabra de Dios y que esta te anime a seguir sembrando el bien que a su tiempo dará fruto. No te canses de hacer el bien. Transformemos este mundo como lo dijo San Pablo, siguiendo al Divino Maestro con el amor ejemplo del amor, con su enseñanza del perdón, de vencer al mal a fuerza de bien. De ofrecer el perdón donde encontremos odio, de no ser indiferentes ante el dolor ageno, de no ser duros de corazón sino sensibles, ante las necesidades de quienes nos rodean.

No es fácil, es verdad. Cuesta y a veces puede ser que tengas la tentación de decir ya no más. Pero ánimo, No te canses. No dejes de sembrar la bondad y la justicia, comenzando obviamente por tu propio interior. Ese es el primer lugar donde no debemos desfallecer en el esfuerzo de hacer el bien, de sembrar el amor, de que reine la paz y dejarnos refrescar siempre por la presencia del Señor Jesús, que no solo es nuestro modelo de vida, sino que también es nuestra fortaleza.

Por lo tanto leamos otra vez las entusiastas y motivadoras palabras de San Pablo:“No nos cansemos de obrar el bien; que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos. Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos.” (Gal 6,9-10)

Vuelvo a escribir



Uno siempre tiene cosas que compartir. Esto responde al hecho de que uno siempre tiene sentimientos o pensamientos. Quizás puede suceder que  algunas veces no los identifique o quizás no sea capaz de ponerles nombre, pero eso no quiere decir que no los tengamos. Como seres humanos estamos pensando, sintiendo y observando constantemente y guardando esas experiencias en nuestro interior. 

Es eso lo que compartimos cuando hablamos o escribimos. Hay diferentes maneras de expresar esos pensamientos. El que  escribe los pondrá en un papel; el fotógrafo que observo algo que llamó su atención lo captara con su lente. El pintor tratará de plasmar eso que le llamó la atención o que está reflexionando en su interior. El escultor, moldeará la imagen de algo que quiere expresar El poeta escribirá un poema, para así manifestar algún sentimiento o pensamiento.

Y los que no somos pintores, ni fotógrafos, ni escultores, ni poetas, también tenemos cosas que compartir por eso aquí vuelvo a escribir

Este deseo de compartir es una experiencia muy humana, y puesta en práctica desde hace muchos siglos. Una vez hace mucho tiempo vi una pintura rupestre, y me quedo claro que el hombre siempre ha querido comunicar, inmortalizar, y compartir sus experiencias. Esas pinturas quizás cumplían alguna función, no lo sabemos, pero lo que si sabemos es que son signo visible que ha llegado a nosotros, y nos han comunicado una experiencia muy humana, esos hombre y mujeres han compartido, quizás sin saberlo, parte de lo que hacían.
Todos tenemos razones distintas para compartir, pero creo que en el fondo lo que hay en común es ese deseo de comunicación y de expresión del mundo interior.
Por eso escribo. Siempre lo hago, pero ahora lo comparto. Por eso tomo fotos, porque me gusta captar lo que la creación pone ante mis ojos, por alguna razón, porque me asombra la perfección y belleza con que Dios creo todo; por eso me gusta estar en silencio y reflexionar, por eso me gusta salir con mis amigos a dialogar, porque cuando uno comparte se nutre, se enriquece y sobretodo, creo yo se entiende más a uno mismo.