¿Hasta donde debo ser tolerante y permisivo con las personas que no viven ni piensan como yo en temas de fe?
El diálogo es algo fundamental en la vida, mas aun para el cristiano que debe ser hombre de comunión, de encuentro, embajador de la reconciliación. Pero dialogar con otros que no comparten nuestra fe, no quiere decir que perdamos el deber de plantear y subrayar siempre con igual fuerza las líneas maestras e irrenunciables de nuestra identidad cristiana. (Benedicto XVI, Audiencia general 11 de octubre del 2006)Debemos, como cristianos que somos, transmitir la verdad del Evangelio, anunciar y seguir el encargo del Señor Jesús: “Id pues y haced discípulos a todas las gentes” (Mt 28,19). Esto obviamente sin caer en actitudes de faltas de caridad o atropello aquellos que no comparten nuestra fe. Pero eso sí anunciando y predicando como dice San Pablo a tiempo y a destiempo.
Es interesante el tema que aborda tu pregunta pues la tolerancia es una palabrita muy de moda hace ya algunos años, pero hay que entenderla bien para no caer en ciertos vicios bastante problemáticos.
Una vez más volvamos a las palabras del Santo Padre Benedicto XVI que nos dice: “Una tolerancia que no sabe distinguir entre el bien y el mal sería caótica y destructiva.”
He aquí un criterio importante: Tolerancia, sí. Pero con parámetros bien definidos, y el cristiano tiene sus parámetros, y estos no son fruto del capricho, sino de la revelación divina que tiene su culmen en el Señor Jesús.
Digo esto porque, hoy en día nos encontramos con una visión errada de tolerancia, que en el fondo es un relativismo absoluto, que desprestigia todo asomo de convicción personal o colectiva, que plantea que no hay verdades absolutas, que toda verdad es revisable y que toda certeza es síntoma de inmadurez y dogmatismo; Incluso algunos llegan afirman que no hay valores que merezcan adhesión incondicional y permanente. Pero sabemos que cuando faltan estas normas morales objetivas, por ejemplo en lo concerniente al respeto a la vida, somos testigos de las graves consecuencias que se originan.
Lo curioso es que en muchos o la gran mayoría, me atrevería a decir, de aquellos que proclama esa mal llamada “tolerancia” encontramos una gran apertura a muchas posturas y planteamientos que resulta incluso aberrantes. Pero cuando se trata de admitir un principio moral que proviene de la iglesia o una opinión vertida con respecto a un tema de principios fundamentales, entonces estos embajadores de la “tolerancia” son incapaces de escuchar la voz de la Iglesia, llenándola de calificativos. Muchos de ellos fruto de prejuicios y de visiones reducidas y cerradas de la realidad, los llamados “open mind” son quizás los principales representantes de la dictadura del relativismo.
Nosotros los católicos, debemos tener una actitud de diálogo y apertura, pero como decía sin perder de vista lo que somos, nuestra identidad católica la cual tiene que manifestarse, no ocultarse, ni tampoco disolverse en medio de un mar de opiniones, o de ideologías, que son contrarias al evangelio de la vida, del amor y la reconciliación traída por el Señor Jesús.