Pero hoy, has clavado tú mirada en mí,
Quizás no es el hombre que esperaba ver,
Pues al verte desfigurado, dolido,
golpeado y humillado,
he quedado sorprendido,
no pareces ser quien me habían dicho,
Me piden que te ayude…
¡No quiero! dirá el interior del hombre
Que se asusta al ver esa cruz
Que se revela ante el dolor…
Pero el amor vencerá el temor,
la grandeza a la mezquindad
y este corazón frágil manifestará con fuerza y convicción
ese deseo de ayudarte, ese deseo de aliviarte…
hoy Señor veo por fin tu rostro.
Y en medio de lo poco humano que parece,
Por los golpes y el maltrato,
resalta esa mirada;
Profunda, honda, amorosa,
Esa misma que acogió a la Magdalena,
aquella que llamó a Zaqueo,
o la que vio el ciego de nacimiento al abrir los ojos a la luz,
aquella que vio su Madre más de una vez…
Esa mirada que no ha perdido su amor en el dolor
Esa mirada que transmite misericordia en medio del odio.
Esa mirada que con dolor,
perdona a quienes “no saben lo que hacen”.
Y ante ella como decir que no…
Hubiera querido verte en otra ocasión Señor,
Pero esta es la que me tocó a mí,
Has querido que yo me encuentre contigo Señor,
Y no has encontrado ocasión mejor.
Todo lo tenías pensado y querías que así te conociera
Y que otros como yo, sean cireneos el día de hoy.
Subo contigo al calvario, contigo mi buen pastor
Y espero poder en algo aliviar tu dolor.
Hoy, al ver esta imagen
Surge esta oración en mi interior
Quiero también ser Cireneo.
Dame la fuerza de este hombre Señor,
Para no dejarte abandonado.
Que no huya ante el dolor del hermano,
Ayúdame a ser también, aquel que muera por sus hermanos
Y que aprenda con valor,
a cargar la cruz,
la mía y la de otros.
Ayúdame a morir día a día.
Que no prime en mi, la ley de mis gustos,
Ayúdame a no ser de los indiferentes,
de los evasivos, de los cobardes,
de aquellos que se dejan vencer por el miedo
ante Tu mirar profundo,
Que no te abandone Amigo.
Enséñame amar Señor, con el amor de la cruz,
porque el amor será lo único que me permita
estar siempre junto a Ti.