Estas palabras de Jesús, como muchas otras que nos dijo, resuenan hoy con más fuerza en mi interior, y me detengo ante ellas esta noche con ánimo de reflexionar… Las he dicho muchas veces, pero hoy, al leerlas nuevamente, me dijeron mucho, es mas, no las había pronunciado en voz alta y ya estaban resonando en mi interior.
Sí; la santa Eucaristía es en conmemoración tuya, y Tú, Señor, nos pediste a nosotros tus amigos que hiciéramos esto en recuerdo tuyo, en esa memoria viva, vigente, presente. En memoria tuya quiere decir que nos reuniéramos como hermanos y amigos en torno a ti, para ser nosotros quienes hagamos esto recordándote, haciéndote presente. Soy yo quien además he sido escogido para hacer este sacrificio en tu Nombre. Yo repito estas palabras, y tú actualizas el misterio de tu Presencia real.
Tú nos dejaste esta prenda de tu amor para que no quedáramos solos. Estabas preocupado por nosotros y lo mostraste cuando dijiste: “No os dejaré huérfanos; volveré a vosotros” (Jn 14,18); y vuelves de manera especial en cada Eucaristía. También nos enviaste al Espíritu Santo, y a Él invocamos para que se haga posible este santo Sacrificio, este regalo enorme, de tu Presencia real: “Por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu”: ¡Estás aquí, Señor, y cuantas veces no te reconocemos!
Ayúdame Señor a amarte intensamente, a reconocerte y a escuchar este mandato, este consejo de amigo, y a transmitirlo fielmente. Que lo pueda llevar a cada vez más personas; que celebrando la Santa Misa con fervor y amor pueda llevar a muchos a que se encuentren realmente contigo. Que pueda ser, por tu gracia, el hombre del sacrificio; y que la celebración de la Santa Eucaristía haga que sea así, día a día, en cada momento de mi vida, como una Hostia viva, que a lo largo del día recuerde lo que celebré al comenzar el día y lo que dije en esa consagración: “Que Él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad”. No es fácil, Señor, ser ofrenda permanente; pero al recibirte a ti en la santa Eucaristía es eso lo que pedimos cada día, ya que sólo con este alimento celestial somos capaces de lograr ser ofrenda permanente para todos.
Conmemorar tu vida, tu muerte, tu resurrección: Eso hacemos cada día que celebramos la santa Eucaristía. Y es aquí donde acudo para aprender a amar con todo mi ser. De aquí, de la fuente del Amor, bebo. De Ti, el que se entregó por mí, aprendo; porque Tú me diste la capacidad de amar, porque Tú me diste la capacidad de poder entrar en comunión con los demás, por eso acudo a ti Señor, para que me enseñes amar.
Doy un paso pequeño, Señor, y Tú premias ese pequeño paso que doy; Tú me das esa capacidad de poder amar, de poder llegar a ti, Señor. No digo nada nuevo, y no es mi objetivo, sino compartir lo que fue mi experiencia al preparar hoy una charla para padres de familia sobre la santa Eucaristía. Ahora, Señor, permíteme “hacer esto en memoria tuya” siempre, con pureza de corazón y con conciencia del magnífico don que nos dejaste. Que te conmemore en el altar, en la vida cotidiana, en los momentos de alegría y en los de dolor. Que conmemore, que recuerde, que tenga esa memoria viva, Señor, y que cada vez que celebre la Santa Eucaristía pueda recordar esto que hoy me has querido mostrar. ¡Gracias Señor Jesús!
12 de julio de 2010